Por July De Sosa
Ministerio Cristo Como Pastor (CCPAS)
Habitualmente hablamos sin editar las palabras que diremos liberando sentimientos del momento sin reparar en el mensaje que damos. Nuestras palabras tienen el poder de impactar a otros negativa o positivamente. Dios nos advierte del poder de nuestra lengua en Santiago 3: versos 6, 9, 10. “Y la lengua es un fuego un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros y contamina todo el cuerpo…Con ella bendecimos al Dios y padre, y con ella maldecimos a los hombres, que están hechos a la semejanza de Dios. De una misma boca proceden bendición y maldición”
Cuando estamos en modo enojo, enviamos dos mensajes, uno con las palabras y otro con el tono que se dicen. En los talleres enfocados para ayudar a construir relaciones saludables entre parejas, padres e hijos, laborales etc. Se enseña a hacer pausa, cuando se está discutiendo un tema que escapa de nuestro control, para evitar que las palabras como cuchillo filoso hieran el corazón de quien las recibe. Recuerdo que al finalizar un seminario para parejas un hombre, se me acercó diciendo…que aburrido es estar pidiendo pausa en el calor de una discusión con mi esposa eso no tiene sentido, entonces ¿para qué discutir? “Discutir” un tema no es pelear con la lengua.
Creo que muchos de los que a causa de no saber comunicar como conviene un mensaje han destruido relaciones significativas en sus vidas, tienen una perspectiva distinta de lo que pudo haber ayudado una pausa.
El poder desbastador de la lengua descubierto en el pasaje de Santiago, tiene que ver con el temperamento que se niega al cambio de pensamientos y sentimientos, que la exposición a la palabra de Dios tiene el poder de provocar, la Biblia lo expone así. “El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca” (Lucas 6:45)
Según el pasaje nuestras palabras son un rollo fotográfico de nuestro corazón; ellas revelan a otros nuestros pensamientos y sentimientos.
A causa de esa naturaleza que inhibe el uso de dominio propio, en más de una ocasión intencionalmente hemos dicho palabras a alguien sabiendo que le dolería escuchar, en un momento de enojo con el deseo de dar libertad a nuestros sentimientos o regresar parte del daño recibido, pero una vez dichas, el remordimiento por no haber callado termina transformando en dolor lo que se pensó daría satisfacción.
Aprender a comunicarnos saludablemente es un arte que deberíamos practicar cotidianamente con los de nuestra casa y fuera de ella; esto seguramente, ayudaría en la mayoría de los problemas de relaciones que tenemos o podríamos llegar a tener. Pero para esto como para todo, necesitamos la ayuda de Dios como escrito está “sin él nada podemos hacer”
Caminemos de la mano con Dios y pidámosle como el rey David lo hiciera.
Señor. Ponme en la boca un centinela; un guardia a la puerta de mis labios. Salmo 141:3 NVI.