Por July de Sosa / Ministerio Cristo Como Pastor (CCPAS)
En ocasiones podríamos experimentar esclavitud mental, basta con revisar nuestros hechos, para saberlo, las palabras que nos decimos a nosotros mismos tienen mucho que ver con este estado. Razón por la que considero importante responder la interrogante
¿Qué te dices tu? las palabras que estás hablando a ti mismo pueden tenderte trampa involucrando a otros de tus sentidos, especialmente al sentido de la vista, permitiendo que veas cosas que no son; afortunadamente los cristianos contamos con el “yo digo de Jesús” establecido en la Biblia, que tiene el poder de libertarnos de cualquier palabra equivocada que tejió lazo en nuestra mente. Entre estos esclavismos están el esclavismo mental por preocupaciones; preocuparse suele ser una proclividad para muchas personas, de cara a un diagnostico médico, a su trabajo, a su familia, a cualquier cosa por venir, caer en eso resulta fácil cuando pasamos por alto que con el único poder que contamos es con el de ocuparnos en el hoy, porque el mañana puede no llegar, el consejo bíblico cita: “No nos afanéis por nada los problemas del día de hoy son suficientes para hoy” ante esto preocuparse por lo que puede llegar a pasar en nada abona.
Auto compadecerse también subyuga. La biblia habla de un hombre que por sufrir de esto no logro responder con lógica la pregunta de Jesús ¿Quieres ser sano? a pesar de que la pregunta fue clara, el hombre contesta “no tengo quien me meta en el estanque” la auto compasión no permite ver ni entender lo que Dios quiere hacer con nosotros.
La fantasía y codicia sexual es otro tipo de esclavitud mental. Se dice que las mujeres somos más auditivas y los hombres más visuales, debe de ser por eso que los hombres que sufren este tipo de esclavitud mental mantienen sus ojos constantemente llenos de deseo, algunos hombres dicen “no hay nada de malo en ver” pero el yo digo de Jesús dice: Que cualquiera que vea a una mujer para codiciarla ya adultero con ella en su corazón.
El último tipo de esclavitud que deseo mencionar es la “culpa” esta puede atacarnos por lo que hicimos o por lo que dejamos de hacer. Y en cualquiera de los casos nada hacemos consintiéndola porque si ya lo hicimos hecho esta, y si no lo hicimos cuando tuvimos la oportunidad de hacerlo, ya no podemos retroceder el tiempo.
Ciertamente nuestra relación con Dios puede librarnos de caer en esto, pero si alguno está luchando con cualquier tipo de esclavitud, me permito sugerir lo siguiente: discierne el origen de esa situación esclavizante, renuncie a ella, y pídale a Dios como un día el rey David lo hiciera diciendo: Lávame más y más de mi maldad y límpiame de mi pecado.
(Salmo 51:2)