Por July de Sosa
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Muchos son los jóvenes que están cambiado su percepción sobre la sexualidad que practican o desean explorar, seducidos por el placer del sexo casual, desenfrenado y carente de todo tipo de límites y conciencia moral, puesto de moda desde hace algunas décadas y en este tiempo su auge no excluye a los jóvenes cristianos, lo que requiere de que los padres, maestros, pastores, y todo adulto comprometido en la formación de un adolescente, se instruya al respecto, pero no, para señalar o acusar sino, más bien, para brindar la guía correcta que les proporcione luz en medio de todo lo oscuro que puede resultar sumergirse en eso.
Mi mente no termina de comprender como el sublime acto que Dios diseño para la unión sexual, entre un hombre y una mujer, sufriera una desfiguración abismal, tan separada del propósito del Señor, creo que el desequilibrio está en el cambio que hacen quienes practican esto, entre el placer sexual, natural, puesto en cada uno de nosotros, de acuerdo a la anatomía de cada quien, y el placer sexual, que describe una escena pornográfica o la letra de una composición conocida como canción. Lo cierto es que vivimos en una sociedad que, sin poner resistencia alguna, ha aceptado como parte de la “evolución del mundo” este comportamiento sexual, y hasta ha normalizado el pronombre “elle” creado para referirse a quienes no se sientan identificados con el género femenino o masculino.
Muchos son los que dicen que aunque no están de acuerdo se limitan solo a ver y respetar las preferencias sexuales de otros, y estoy totalmente de acuerdo con eso del respeto, con lo que no, estoy de acuerdo es con la antipatía de no tomarnos unos minutos para conversar con aquellos jóvenes, que conocemos están inmersos en esto, preguntarles porque piensan así, lo hacen por una conducta de imitación, por un hecho en su vida que le marco con dolor, por la falta de un adulto significativo instruyendo su camino, indagar cual es la razón que la llevo o, lo llevo a no estar conforme con la anatomía de su cuerpo. Prestar tiempo y oídos a los jóvenes e interesarnos en sus luchas y dudas, no considero que sea faltarles el respeto, por el contrario, creo que abrirles oportunidad para que se expresen usando su raciocinio es la mayor muestra de respeto que como adultos podemos darles. Y sí, bien es cierto que debemos aprender a ser inclusivos, también es urgente aprender a ser adultos significativos en el desarrollo de nuestros jóvenes, sin importar si son o no, nuestros propios hijos, porque escrito está: ¡amarás a tu prójimo como a ti mismo!
Una falsa percepción de lo que significa “respeto” puede poner venda a nuestros ojos, y tape a nuestra boca, cauterizando la poca empatía que queda en el mundo.
No somos dignos de señalar a nadie, porque perfecto solo es el Dios de la Biblia, pero lo que, si podemos y debemos hacer como hijos suyos, es instruir a nuestros jóvenes en el consejo bíblico, y reflexionar en preguntas como la del Salmo 119:9 ¿Conqué limpiará el joven su camino? Guardando la palabra del Señor.
Invirtamos tiempo de calidad con nuestros jóvenes y caminemos conforme al manual bíblico que es lámpara para sus pies.