Por July de Sosa
Ministerio Cristo Como Pastor-CCPAS
La culpa es sin duda una de las armas más ingeniosas que ocupa el enemigo de nuestra alma para detener nuestros pasos. Cuando atravesamos por un divorcio, o cualquier tipo de ruptura de relaciones ya sean familiares, amistosas, laborales y hasta con nuestros propios hijos a causa de cualquier motivo; la voz acusadora viene a nosotros a engendrarnos culpa arrebatando la energía que deberíamos de utilizar en nuestros proyectos de vida. Muchos acostumbran a juzgarse como fracasado o fracasada, por sus errores, obviando el hecho que el fracaso no existe, todos estamos en proceso de aprender y el error cometido suma experiencia porque escrito esta “a los que amamos al Señor todo nos ayuda para bien” el manual bíblico solo nos habla de una etiqueta propia de sus hijos que es perdonado y perdonada, porque Dios no ve nuestras faltas como algo que pueda separarnos de su amor.
Por muchos errores que cometamos jamás lograremos estropear los planes de Dios, al contrario para enseñarnos a alcanzar nuestra mejor versión, envió a su único hijo a librarnos de la culpa que cargábamos por nuestros pecados. Recordemos que Jesús es nuestro abogado delante de Dios el padre así lo declara 1 Juan 2:1. Cuando cometamos pecado sin importar su tamaño, recordemos lo escrito en Isaías 43:25 yo soy quien borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados. si el todo poderoso decide poner olvido en su memoria por amor propio ¿Por qué nosotros no hacemos lo mismo? Pedro uno de los apóstoles dijo a Jesús “yo nunca te negare” y antes de que cantara el gallo anunciando la Aurora, negó a su maestro tres veces, y a pesar de que Jesús se lo advirtió, escucho la voz de la culpabilidad y lloro amargamente, pero al arrepentirse Jesús una vez más lo perdona y se acerca a él. Tomas, otro discípulo dudo de la resurrección de Jesús diciendo “si no veo en sus manos la señal de los clavos, y meto el dedo en el lugar de los clavos, y pongo la mano en su costado, no creeré”. Jesús también se acercó a él, para librarlo de las voces de culpabilidad diciéndole Tomas pon aquí tu dedo y mira mis manos y pon tu mano en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente, Tomas respondió ¡Señor mío y Dios mío! Evangelio de Juan 20:25-28.
El Señor anhela estar en paz con cada uno de nosotros, por eso conviene que, en vez de escuchar voces de culpabilidad por un error cometido, corramos a la presencia del Señor y desnudemos nuestro pecado, y pidamos perdón una vez más, sigamos el consejo bíblico que nos instruye a ser como niños. Recuerdo cuando mis hijas eran infantas y hacían alguna travesura, al confrontarlas, ellas decían no lo vuelvo hacer y, al siguiente instante se acercaban a mí y me pedían sorbete o alguna otra golosina, como que nada había pasado. Eso es precisamente lo que Dios quiere que hagamos con nuestras faltas que nos acerquemos rápidamente a él, pidamos su perdón y recobremos la comunión con él, para vivir en paz. No debemos castigarnos por nuestros errores, culpándonos a diario por ellos, Dios quiere que avancemos porque nuestro tiempo aquí es corto para desperdiciarlo culpándonos por algo que pertenece a nuestro pasado, porque el siguiente instante de nuestro error, ya es pasado, y no podemos retroceder el tiempo, lo que si podemos y debemos hacer es aprovechar el presente, cambiando de ruta pedir perdón a quienes ofendemos o perdonar a los que nos ofendieron, hacer borrón y seguir avanzando a lo que tenemos por delante, tratando de no volver a cometer el mismo error.
No somos perfectos, somos perdonados, y alto fue el precio que Jesús pago por nuestra libertad, no permitamos que la culpabilidad nos vuelva esclavos.